Ni bien me levanté, a eso de las 7 hs, le escribí a N, que por suerte, había hablado con el dueño del otro hostel y le dio el visto bueno para la mudanza.
P se calmó un poco con la noticia y con la sobredosis de loratadina.
J se fue esa mañana y con N, P Y S fuimos a una bodega y después a una parrillita a comer.
Habíamos dejado la habitación y el gordo nos retuvo los bolsos en otro sitio. Era lo mismo en cuanto a seguridad, dado que cualquiera entraba a nuestro cuarto.
Todos nos sentimos aliviados porque, volviésemos o no a Buenos Aires, al menos nos libraríamos del gordo.
A la tarde fuimos a buscar los bolsos, el gordo tardó en atendernos, seguía borracho. En el transcurso de la mañana, advertí que en el baño de la pieza, F se había dejado un shampoo y yo un peine y cuando el gordo nos vio, le pregunté si podía sacar esas cosas
-Noooo, de ninguna manera
-Pero es un segundo, entro y lo saco, y si está ocupada la pieza, que el ocupante nos pase las cosas y listo
(Ahora te preocupa la seguridad gordo hijo de puta, cuando dejabas que cualquiera pase al baño mientras ocupábamos ese cuarto)
-Noooo, no se puede ¿sabés por qué?-odiaba como hacía esa pregunta- Porque hay una chica que vino a ver el hockey, está recién operada, así que se queda acá haciendo el postoperatorio y yo no la puedo despertar ¡¡imaginate que la pobre casi no puede caminar !!
Gordo chamuyero y delincuente ¿¿quién carajo va a venir acá recién operado si te podés morir de septicemia o de un shock anafiláctico ???
Resignados, nos fuimos, mientras el gordo nos gritaba que había sido un gusto tenernos como huéspedes.
S al aeropuerto y P y yo a instalarnos en nuestra nueva morada. Iba a ser la única noche en la que durmiésemos en paz.
El nuevo hostel estaba bárbaro, limpio, luminoso, las camas eran camas y la cucheta era una cucheta de verdad.
P decidió bañarse y yo acomodar un poco todas las cosas. Mientras descargaba ropa se me rompió una uña y comencé a buscar el alicate para cortarla. No lo había sacado en todo el viaje y recordaba perfectamente donde lo guardé. No lo encontré.
Al mismo tiempo, P buscaba su desodorante y tampoco lo encontró. Lo tenía muy a mano, en un bolsillo externo de su bolso.
Muy curiosas ambas desapariciones, muy sospechosas también
¡¡¡ el gordo rata miserable y chorro se había quedado con unos souvenirs de nuestra estadía !!! sin contar el peine y el shampoo que se negó a devolvernos
No lo podíamos creer, era el colmo, pero al menos, esa noche dormiríamos bien.
Y así fue, y al día siguiente a la tarde, todos estábamos en Buenos Aires.