Te conocí allá por el año 2005. Sin muchas perspectivas de nada, viviendo el día a día como mejor podía.
Una amiga que cantaba en la misma banda que vos me sugirió que vaya a un ensayo a conocerte. Fui.Cruzamos las miradas "Te conozco de la facultad", dijiste. Y yo vagamente recordé algunos momentos en la biblioteca o algunas cursadas donde te vi o creí haberte visto.
Me ignoraste el resto de la tarde. No me preocupó.
Fui a varios ensayos, tu indiferencia comenzó a pesarme. Me interesabas. Y no sabía como acercarme. Probé muchas formas y ninguna resultó..Desistí.
Y es cuando uno desiste que las cosas vienen solas. Muestra de un taller de percusión donde tocabas, fines del 2005, sin esperanzas casi.
Fui. Te vi tocar. Me saludaste y cruzamos 2 palabras, nada fuera de lo normal.
Iba a irme y me pediste que te acompañe a llevar un tambor. Acepté. Después me invitaste al festejo con tus compañeros de taller. Acepté también. Y eso marcó la diferencia sin duda alguna.
Conversé con todos mientras arrasabas con todo lo comestible que había por ahí (siempre fuiste de buen comer)
Seguiste tocando, evidentemente era lo tuyo, pero algo cambió. Mi presencia ya no te daba lo mismo. Dejaste de lado la indiferencia. Lejos de todas las personas en común que teníamos, fue todo distinto. Otras miradas, mas palabras, mas gesto. Algo había cambiado, sin duda alguna.
Conseguí tu mail furtivamente hacía unos meses, pero jamás me atreví a escribirte. Pero había llegado el momento de hacerlo. Lo hice. Muchos mails, idas y vueltas.
Salimos varias veces a solas y otras con nuestros conocidos en común. Y ya no era como antes. No quedaban ni rastros de aquella indiferencia que tanto me preocupaba. Bares, salidas, charlas que duraban una noche entera. Ilusiones.
Te invité a casa una noche. Estaba sola. De tu aceptación de la propuesta dependía que siguiese llamándote o no. Viniste.
Y como viniste es que, luego de mas de 4 años, aun estás conmigo, compartiendo la vida, lo bueno y lo malo también.
Y como viniste es que me gusta esperarte de noche, y tratar de despertarte por la mañana y, si puedo, prepararte un rico desayuno.
Y como viniste es que siempre quiero abrazarte y quererte.
1 comentario:
No siempre la indeferencia es silencio: veces es no saber decir lo que se tiene en mente y otras, las más, es no querer saberlo.
A veces por no querer saber uno se pierde cosas valiosas.
¿Cómo saber que las cosas son valiosas antes de poseerlas?
Imposible.
Son las ilusiones las que nos arrojan a vacío y en pelotas tras el frío de la incertidumbre, acalorados por el gran salto es que acudimos a citas inesperadas. Y es así como sabemos decir lo que queremos. Y es así como descubrimos el valor de las cosas, las buenas, las malas.
Porque hay ilusión, uno esta donde está.
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